10/21/2009

HISTORIA DE DOS REOS

Uno de ellos irrumpió en el convulsionado escenario político vestido de verde oliva y, junto a un grupo de jóvenes, se propuso cambiar el triste destino de los humildes de su patria. Empuñó las armas y se fue al monte. El otro irrumpió montado en un tractor, prometiendo, también, sacar de la miseria a su pueblo, mientras lucía una sonrisa cínica. Lo iba hacer “por la legal”. El presidente que estaba por dejar Palacio de Gobierno le dio una manito para ganar las elecciones.
El guerrillero de verde oliva secuestraba camiones con gaseosa y pollos y los repartía en los lugares donde la miseria mostraba su furia. El de la sonrisa cínica también repartía alimentos (acompañados de su foto), en las zonas paupérrimas; pero no con afán altruista, sino para asegurar votos. De paso, derramaba químicos en los alimentos para esterilizar a las mujeres sin su consentimiento, pues “la pobreza era producto de los muchos hijos”.
El de verde oliva y su gente secuestraron a varios ricachones, exigiendo como canje dar parte de sus riquezas en alimentos para aquellos que sólo almorzaban cuando había eclipse de sol. El de la sonrisa cínica mandó a secuestrar a nueve estudiantes y un profesor, acusados de amar la poesía y la justicia. (Los asesinaron con un tiro en la cabeza, luego los quemaron y enterraron en un descampado). Mandó a matar a periodistas que criticaban su régimen, a obreros acusados de levantar su voz más allá de las montañas. Su última fechoría fue mandar asesinar a humildes heladeros (y a un niño de 9 años) acusados de ser pobres y rebeldes.
El de verde oliva cayó preso. Se le acusó de terrorista, de atentar contra la democracia, traición a la patria y otros términos draconianos, implementados por el régimen del de la sonrisa cínica. Se le presentó en traje a rayas y se le aplicó cadena perpetua. Tiempo después (¡oh, sorpresa!) también cayó el de la sonrisa cínica. Era la primera vez que un alto funcionario del Estado caía. Se le acusó de genocida, de ladrón, de corrupto. No se le puso esposas y se le aplicó 25 años de pena.
El de verde oliva está en una cárcel tumba. Sólo puede salir media hora al mes a tomar sol (si es que hay). Un familiar (o dos, máximo) lo puede visitar una vez al mes. Y por unos cuántos minutos. Tiene prohibido leer para mitigar su encierro. No le apagan la luz de su celda y tampoco tiene reloj, por lo que su tortura es doble: no sabe si es de día o de noche y en qué año estamos.
Al de la sonrisa cínica, su socio gobernante le mandó a construir un departamento en un cuartel, donde tiene policías prestos a comprarle chocolatitos. Sale de su celda a la hora que quiere y se pasea muy orondo. Su familia, sus ayayeros, sus compinches y otra gente de mal vivir lo abruman con visitas diarias y a cualquier hora. Se dedica a la pintura y a cultivar las rosas que a diario envía a sus geishas. Come delivery porque no es justo que un ladrón de alto vuelo coma de la paila.
El que mantiene este régimen carcelario fue amigo del guerrillero (lavaban platos en París) y enemigo del de la sonrisa cínica. Dice que hace esto porque estamos en un Estado de Derecho.

Diario CORREO. Columna “ESTA BOCA ES MÍA”. (Trujillo, 21/10/09)

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