10/08/2009

POLÍTICA ENTRE SOTANAS

Ha saltado a la palestra política, la figura del sacerdote Marco Arana, conocido en los predios cajamarquinos por su lucha contra la minería irresponsable, como es la casi totalidad de la minería en el Perú.
Al saber de esta situación, inmediatamente el Cardenal Juan Luis Cipriani soltó, amenazador, lo siguiente: “Un sacerdote no puede revestirse de su autoridad sacerdotal para tener opciones opinables, por ejemplo como el padre Marco Arana. El padre Arana en el momento en que el quiere dar su paso a la política que deje su sacerdocio, pero que no confunda la obligación que asumió como sacerdote, para llevar a la gente a una cosa completamente ajena a su ministerio, a un planteamiento político”. Agárrala con guantes.
Desde esta pequeña tribuna quiero darle la razón al inmaculado Cardenal Cipriani y criticar a la oveja descarriada Arana.
En primer lugar, Padre Arana, usted no le puede decir al Cardenal "No basta hablar sino profesar" o "Que no escupa al cielo porque le puede caer en la cara". Eso no te lo vamos a aceptar, porque el Cardenal Cripiani jamás ha utilizado el púlpito sagrado para hablar de política. Jamás. Él sólo hace recomendaciones y golpes de impacto político a la feligresía (que los medios de derecha reproducen al día siguiente) para venerar todo lo que signifique neoliberalismo y mantenimiento del sistema. Pero no por eso lo vamos a condenar o repetirle “por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en tu propio ojo”. La prueba de que nunca se mete en política es que jamás le ha enrostrado a Alan García, en las misas Te Deum, la nauseabunda corrupción de su gobierno, la constante violación de los derechos elementales de las personas y su política de gobierno en favor de los ricos y desprecio por los pobres.
Tampoco puede decir, padrecito, “Cipriani siempre critica a las ONG defensoras de los derechos humanos, de temas ambientales y nadie dice nada”. Eso es una calumnia. Cipriani ama los derechos humanos. Él jamás ha dicho que los derechos humanos son una cojudez. Eso lo soñamos los peruanos. Además su delfín Rey jamás ha votado, siendo católico hasta la castidad, por amnistiar a los asesinos del Grupo Colina, y tampoco a criticado el impecable informe de la Comisión de la Verdad sin haberlo leído. Él, que nunca se arrima a los gobiernos de turno, es un hombre piadoso que predica el “amaos los unos a los otros”.
Y por último, el Cardenal jamás ha hecho pasar vergüenza a los católicos, pues nunca, César Hildebrandt, ha dicho: “La prueba de que Dios no existe es Cipriani”. Así que tranquilo curita Arana que el show recién empieza.

Diario CORREO. Columna “ESTA BOCA ES MÍA”. (Trujillo, 07/10/09)

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