11/03/2010

UN PINTOR SILENCIOSO

JUAN TUME CHUNGA
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Lo esperé cerca de una hora en “El alto de la paloma” de Bernal. Esta conversación la habíamos pactado en Trujillo un año antes y se había postergado por múltiples razones. Días antes había preguntado a sus amigos y nadie daba razón de él. “Él no usa celular, no se moderniza”, me respondió uno de sus amigos al indagar por un medio que me permita ubicarlo. Cuando ya estaba por volver a mi casa, decepcionado pues me regresaba a Trujillo, lo vi descender de una mototaxi, con la misma imagen que lo conocí: camisa celeste manga larga y un gran sobre bajo el brazo.
Unas horas antes había estado en Sechura donde la parroquia regenta una pinacoteca atiborrada de cuadros de los mejores pintores piuranos. Ahí existen dos cuadros cubistas suyos, con imágenes de mujeres elaborando la chicha. “Esos son cuadros antiguos, ahora mis figuras son más simplificadas”, me dice a modo de explicación.
Juan Tume Chunga es un pintor que desarrolla su arte casi en silencio. Acostumbrados a verlo cotidianamente, estoy seguro que la mayoría de sus paisanos no saben que ese hombre pausado es un prestigioso pintor, un hombre que no sabe hacer otra cosa que ponerle color a sus sueños y al alma de su pueblo.
Hijo de José Tume Álvarez y Tomasa Chunga Ayala, nació el 26 de junio de 1946, en Bernal (Sechura, Piura). Lleva el arte en la sangre. De niño dibujaba, a carboncillo, retratos familiares. En la escuela creían que sus dibujos se los hacía su tío Eduardo Chunga, Chota, otro dibujante. “Era al revés”, me dice y se ríe. Cierta vez dibujó a su abuelo Manuel Chunga Loro. Cuando éste vio el dibujo creyó que el autor era Chota. Al enterarse que había sido Juan le dijo: “tú me vas a heredar”. “Yo pensé que me iba a regalar sus tierras”, suelta otra vez la risa. Pero no, su abuelo le confesó que él también pintaba. Cierto día se puso a rebuscar en un estante lleno de libros y encontró una carpeta con dibujos, perteneciente a su abuelo. “De ahí me viene la vocación”, me dice y sus ojos brillan con la luz de la gratitud.
Cuando terminó su secundaria le contó a su abuelo que había un concurso en la Escuela de Bellas Artes de Piura. El viejo ordenó que le dieran una buena propina para ir al concurso. Ocupó el primer puesto. Esto permitió que en 1960 empiece a estudiar, becado. Luego se trasladó a Lima para perfeccionarse. Su gran amigo, el pintor cataquense Félix Rebolledo lo presentó ante el director de la Escuela Superior de Bellas Artes de Lima, don Manuel Ugarte Eléspuru. Juan le mostró sus diplomas de primer puesto logrados en Piura y fue admitido. Me cuenta que Félix (quien después moriría asesinado por el ejército en El frontón) influyó para definir su estilo, pues pintaban juntos.
Empezó pintando costumbrismo. Su primer cuadro, siendo aún estudiante, fue la imagen del Señor de los Milagros para el Templo San Francisco de Asís, en 1962. Cuando adquirieron otra imagen, él pidió que donasen la suya a un templo que no la tenga. Hoy está en el Templo de Onza de Oro.
“La pintura manifiesta el carácter y el espíritu de cada pintor, define sus sentimientos, su manera de pensar. Todo se refleja, desde el dibujo hasta los colores”, me dice y entonces concluyo que Juan es un hombre alegre pues así lo demuestran sus pinturas, plenas de colorido. “Yo aprovecho el medio que me rodea para volcarlo en mis cuadros. Bernal está siempre en mi pintura”. Varias veces lo han querido llevar a otros sitios. Últimamente ha recibido la propuesta de sus amigos de República Dominicana. “Tú puedes venirte, eres soltero”, le dicen. “Un momentito, soy padre soltero, que es muy diferente”, responde él. Efectivamente, Juan tiene tres hijos y siete nietos, quienes viven en Puerto Pizarro. Aunque ninguno de sus hijos le ha seguido los pasos, tiene un nieto que pinta. “Pero aún estando en el extranjero pintaré motivos de mi Bernal. Es mi niñez, es mi vida”, dice con mucha convicción. Yo le creo, porque cuando indago por un cuadro que le tenga un cariño especial me dice que es un abstracto inspirado en la danza Los Garibaldis. “Fue una inspiración especial, ya no habrá otro momento igual”, suspira este admirador de Miguel Ángel, Rembrandt, Van Gogh, Guayasamín y Szyszlo.

“Yo te conocía como un pintor de retratos”, le confieso. Me cuenta que por mucho tiempo se dedicó solo a eso. Pero lo considera una pintura comercial. Debido a la gran demanda de retratos, ganaba mucho dinero, “cuatro veces más que el director de Bellas Artes”. Ahora reflexiona que eso estuvo mal porque como pintor se estancó un poco. “La pintura no me ha dado satisfacciones económicas sino espirituales, que es lo más importante”, sostiene. Hasta que un buen día se alejó del retrato y de sus amigos y se refugió en Bernal. Pensaban que se había dedicado a la agricultura, pero él seguía pintando. Aunque todavía hace retratos, lo suyo es pintar libremente.
Sus pinturas están desperdigadas por el Perú y el extranjero. Tiene cuadros en Alemania, España, Estados Unidos, etc., pero la mayoría están en Ecuador, país donde ha realizado exposiciones y pintado un tiempo. “En el Perú no se valora la pintura, en el extranjero es bien pagada”, me dice casi con amargura. Últimamente le han hecho un fuerte pedido de retratos para República Dominicana: 60 retratos al mes. Los hará en diez días para utilizar el resto de tiempo en crear. Recuerda que su primer cuadro que salió al extranjero fue a Alemania. Se lo encargó una señora. Ya estaba casi terminado aunque faltaban algunos retoques. Un día antes de que se cumpla el plazo para entregar el trabajo, se puso a tomar unos tragos. Bebía, pero se acordaba del cuadro. Al final se entregó por completo a la jarana. Llegó de noche a su casa y se fue a dormir. Todavía era de madrugada cuando despertó. Con mucha preocupación, decidió levantarse a terminar el cuadro y ver la forma rápida de secarlo. Fue hacia el cuadro y, con mucha sorpresa, lo encontró terminado e impecable. Su mamá, que lo había seguido, le dijo: “Loco, ¿no te acuerdas que anoche viniste borracho y te pusiste a pintar?”.
Y es que a Juan le gusta la bohemia, que aunque parezca mentira le ayuda a encontrar temas para su pintura. “Para pintar hay que meterse en el espíritu de la gente”, afirma. La bohemia le otorga un carácter festivo y le ha llevado a vivir una serie de experiencias, como aquella vez en un restaurante donde trabajaba una señorita de quien se sentía atraído. Estaba junto al alcalde de San Cristo y el gran pintor Engelberto Ramírez, también de San Cristo. En un momento de la reunión el alcalde preguntó: “¿Y cómo me demuestran que son buenos pintores?”. “Usted dirá”, contestó uno de ellos. “Oye Juan, yo veo que le haces muchos quecos a la flaca”, le lanzó el alcalde. “¿Cojudo y qué crees que yo voy a venir a invitarte por las puras?”, contestó él y soltaron las carcajadas. “Llama a la flaca y dile que los dos pintores estamos enamorados de ella, a ver qué dice”, planteó Juan. El alcalde llamó a la muchacha, narró lo acordado y, para sorpresa de los amigos, ella pidió que la dibujen para demostrar quién era el mejor. El jurado sería el alcalde. “Al que gana le voy a dar algo”, dijo ella, coquetamente. “Yo quiero un beso”, dijo el negro Ramírez. “Yo me contento con una sonrisa, porque después me vas a dar un beso y de repente me sigues hasta Bernal”, dijo Juan. Sentaron frente a ellos a la muchacha, Ramírez pidió un lápiz y Juan usó su lapicero, a sabiendas que no podía fallar. Al concluir, el alcalde dio por ganador a Juan. Pasó un rato y la muchacha no decía nada. “Oye, estoy esperando mi premio, ¿qué pasó?”, preguntó Juan. “No, mejor les voy a poner un piqueo”, contestó ella y los amigos rieron por la ocurrencia.
Actualmente Juan tiene un sueño. Como la mayoría de alumnos de Bellas Artes son del Bajo Piura, se va a unir con los pintores de Bernal para pedir una filial de esta escuela. Espera que las autoridades apoyen, pues nunca le han dado importancia a la pintura. Cuenta que cierta vez invitaron a pintores de Piura para una exposición y homenaje, en Bernal. Él pasaba de casualidad por el lugar del evento y se encontró con su amigo, el pintor Vise. “¿Que te has perdido?”, le soltó a manera de broma. “¿Qué, no te han invitado a esta actividad?”, retrucó Vise. “Yo no sé nada, no me han invitado”, respondió Juan. “¿Qué pasará? Para ellos no seré destacado, seguro”, cavila ahora, con nostalgia.
Por las noches Juan se acuesta y piensa en lo que va a plasmar en el lienzo. Al siguiente día hace trazos, mancha y pinta. Usa la espátula para casi todos sus cuadros. Ha dejado el pincel, salvo para algún retrato. ¿Por qué?, hago la pregunta y luego me arrepiento. Él me responde que la espátula le da una carga especial al cuadro, le otorga la gama. Esa gama que hace de Juan un pintor extraordinario. Esa gama de colores que dejo fulgurando en su pequeña casa-dormitorio-taller y me convencen de que es hora que Bernal lo valore en su real dimensión y le rinda el homenaje que le debe… que te debemos, estimado Juan.
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Revista AMANECER BERNALENSE Nº 11. Setiembre, 2010.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Alguien por favor puede decirme como ubicar al Pintor Tume?? Telef. Etc.