5/08/2009

LEER NO SIRVE PARA NADA


Mucho se habla de que los niños y jóvenes no poseen el hábito de la lectura. ¿Los mayores lo tenemos? El Ministerio de Educación implementó el Plan Lector, donde se establece anualmente un mínimo de doce libros por alumnos y profesores. ¿Leemos los profesores? Si nuestros alumnos jamás nos ven con un libro, un periódico o una revista, ¿cómo les podemos enseñar con el ejemplo? Nos andamos quejando de que no tenemos tiempo para la lectura, pero viajamos varias horas en microbuses o hacemos largas colas en los bancos y no tenemos la buena costumbre de llevar un libro a la mano para aprovechar ese tiempo. La otra excusa es “los libros son muy caros y nuestro sueldo es insignificante”. Depende. ¿Por qué no visitamos las bibliotecas? Además hay libros muy buenos originales y a bajo costo. Lo que pasa es que no tenemos la buena costumbre de hacer maravillas con nuestro sueldo para comprar libros. Si lo hacemos con la ropa de moda, bagatelas, discotecas y otros vicios menores.
Hace poco me encontré con un amigo al que veía después de mucho tiempo. Conversamos varias cosas hasta que tocamos el tema del Plan Lector en los colegios. Le di mis puntos de vista sobre cómo se estaba llevando adelante y de la responsabilidad de los maestros de todas las áreas. Él me respondió: “Bueno yo soy de matemática y que mis alumnos lean no me sirve de nada. Eso le sirve a los profesores de comunicación”.
Mi sorpresa fue mayúscula. Le comenté que el arte de leer es la base de la educación y de la enseñanza, pues es una actividad total del espíritu, con la cual se dinamizan las cualidades de la inteligencia, sensibilidad y espíritu crítico; la lectura favorece el enriquecimiento personal al descubrir conocimientos y conductas reflejadas en la vida de personajes; ejercita la capacidad crítica de los lectores en la medida en que es una fuente de conocimientos que el lector debe asimilar; contribuye a ampliar el caudal léxico de los alumnos, así como a mejorar su ortografía, redacción y oratoria; alimenta la capacidad imaginativa y creativa de los lectores (la lectura lleva a la escritura, y viceversa); mejora las relaciones humanas; posibilita la capacidad de pensar, de ahí que es un instrumento extraordinario para el trabajo intelectual.
Maestros, esto y mucho más permite la lectura y es nuestra responsabilidad que nuestros alumnos lean. Para ello debemos empezar por determinar el tipo de textos correspondientes a cada nivel de pensamiento. Luego, ofrecer libros atractivos de acuerdo a la edad e intereses. A los pequeños debemos incentivarlos con poesías, cuentos, trabalenguas, etc.; a los adolescentes con poesía, novelas y cuentos con temas relacionados a su edad, etc. Poco a poco ir elevando el nivel de complejidad y variedad de los temas. De esto dependerá que la lectura se convierta en un placer y no en una carga pesada con consecuencias irreversibles. Otra cosa: primero leamos nosotros y dejemos de pensar que el Plan Lector es una obligación exclusiva de los profesores de comunicación.

Diario CORREO. Columna “ESTA BOCA ES MÍA”. (Trujillo, 04/03/09).

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