5/08/2009

LA VESTIMENTA DE LOS DÍAS


Al poeta César Olivares lo conocí cuando llegué a estudiar a la U. N. T. Nuestra amistad se forjó a prueba de libros, limitaciones económicas y participación política estudiantil. Eran tiempos de dictadura en los que ser dirigente significaba ser motejado de terrorista. Esto no impidió que nuestro arrebato juvenil nos llevara – junto a un grupo de buenos estudiantes – a iniciar la reconstrucción del movimiento estudiantil. Así, César llegó a ser Consejero de Facultad. Jamás habló en una sesión de consejo, salvo cuando solicitaba permiso para ir a los servicios higiénicos. Su silencio escondía una profunda timidez. Pocos sabían que tras ese silencio había un hombre que para decir cosas trascendentes escribía con pasión y misticismo. Por ello, junto a otros aguerridos jóvenes, fundó el importante grupo literario ‘Renaser’. Hoy esa timidez ha desaparecido como consecuencia de su labor docente y la vida demasiado alegre que lleva.
He visto de cerca el oficio del vate Olivares y puedo decir que su intensa poesía es fruto de las experiencias vividas; es decir, canto a la vida desde el dolor y la felicidad. Esto le ha permitido escribir versos que conmueven, sublevan y regocijan a la vez. Y aunque varios de sus poemarios fueron premiados en prestigiosos concursos literarios siempre se negaba a publicar. Sus amigos hemos hecho causa común para animarlo a publicar un libro orgánico que, paradógicamente, no ha ganado ningún concurso, y no por ello de menor calidad: “La Vestimenta de los días”. Lo gracioso es que nadie de nosotros ha ayudado económicamente a tan loable tarea. Como nadie apoya la cultura, y haciendo poesía de su vida, Olivares ha empeñado su cama y un viejo televisor para pagar la edición en el prestigioso sello limeño “Ornitorrinco Editores”.
Quien lea este apasionante libro descubrirá la fuerza de las palabras de un poeta que tiene la capacidad de hacer vibrar las fibras de nuestro ser con situaciones cotidianas hechos arte con paciencia de alfarero. No por gusto nos dice Detesto escribir poemas / que no cuesten sangre. Encontraremos en él las evocaciones infantiles y familiares; la mirada acuciosa al barrio y a la urbe; escenarios donde el poeta explaya su devoción, melancolía y esperanza para lograr musicalidad y pulcritud. Además toma posición sobre su oficio cuando nos dice Escribimos… / Para destruir un proyectil con un tintero. En fin, la palabra en su máxima expresión, que aniquilará nuestra odiosa cotidianidad y nos hará recordar que Hay voces que envejecen en la garganta / cuando todo se ha callado.
Estamos seguros que este libro brillará con luz propia de la mano de su autor quien dice, con exactitud, No es necesario que mi foto aparezca / En la solapa de los libros / Para existir.
La poesía está de fiesta este sábado 25, a las 7 p.m. en la Casa de la Emancipación. Felicitaciones al entrañable fámulo Olivares.

Diario CORREO. Columna “ESTA BOCA ES MÍA”. (Trujillo, 22/04/09).

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